Barbijaputa 20/04/2017
‘Tomates Verdes Fritos’ embelesó a Barbijaputa desde que tenía 12 años. Ahora, al revisarla, ha entendido por qué le gustó tanto: “Es feminismo en estado puro”.
Señora Milton interpreta ‘Tomates Verdes Fritos’: “Hay que ver
que mal ha envejecido esto y como se le ven las costuras a la relación
retrobollera de las dos protas, pero Jessica Tandy hablando de
menopausia como quien habla de fútbol, definitivamente BIEN”
La primera vez que vi ‘Tomates Verdes Fritos’ yo debía de tener unos 12 años. Concluí por aquel momento que era mi película favorita.
Más aún cuando supe que la autora del libro en el que basaron la
película era la escritora Fannie Flagg, cuyo ‘Daisy Fay y el Hombre de
los Milagros’ ya era por entonces mi libro favorito. Todo apuntaba a que
Flagg me había pillado el rollo completamente. Pero, ¿qué podía tener estar autora para embelesarme ya desde tan pequeña? En esa época no le di más vueltas, simplemente pensé que era una diosa y punto.
No solía releer libros ni ver más de una vez una película. Siempre me
daba la sensación de estar robándome tiempo a mí misma para disfrutar
de otras historias, porque la vida es finita pero ellas no. Lo que me
transmitió aquella película, lo que me hizo sentir, la hizo subir al
puesto número uno, siendo imposible desbancarla por muchas películas que
viera después. Lloré mucho más con algunas pelis, reí infinitamente más
con otras, sentí muchas veces desde entonces más desesperación, más
amargura, más felicidad y todo tipo de emociones con historias que no
eran la de Idgie y Ruth y, sin embargo, ahí seguían, las primeras, sin
ninguna lógica. O al menos yo no se la veía.
Ahora, después de todos estos años, he vuelto a verla para hacer este artículo. El primero fue sobre Amelié,
que me dejó un mal sabor de boca que preferiría haberme ahorrado; pero
ya sabéis lo de las gafas moradas para el cine y la literatura, que
cuando vuelves a ver una peli o un libro, te suelen decir sin reparos:
“Aquí te la colaron”.
Aunque también puede pasar algo maravilloso gracias a las gafas
feministas, y es justo lo contrario: “No entendías por qué esta película
te marcó tanto, y ahora sí”. El feminismo, estamos de acuerdo, te hace entenderte a ti misma, además de al porqué ocurren miles de cosas en nuestro día a día.
A mí me ha resuelto a lo largo de los años millones de enigmas y de
preguntas que jamás relacioné con mi género. Por eso no me canso de
decir que el feminismo te libera de mil cadenas que te hacían ir
más despacio e insegura, y esa lentitud nosotras antes la achacábamos a
nuestra forma de ser, a nuestros miedos tontos, en definitiva, siempre a
nosotras mismas.
A partir de aquí vienen spoilers, así que si no has visto ‘Tomates Verdes Fritos’, te recomiendo que la veas antes de seguir.
Evelyn (Kathy Bates) es una mujer de unos 50 años, muy frustrada por
la indiferencia de su marido, a quien siempre intenta agradar sin
conseguir ni un poco de atención. El típico machirulo que se sienta a
ver el fútbol y ni mira a su compañera. Se desvive por él, por recibir
un poco del amor que ella le profesa, pero todo es inútil. Entonces
conoce en un asilo a Ninny (Jessica Tandy), una anciana que, a lo largo
de la película, le va desgranando algo sucedido en un remoto pueblo de
Estados Unidos, de donde ella era originaria. El relato se vuelve cada
vez más adictivo para Evelyn, sobre todo cuando deja de ser una simple historia que gira en torno a la gran amistad entre dos mujeres
(Mary Stuart Masterson y Mary-Louise Parker) y entra en escena el punto
de inflexión: juzgan a una de ellas por la muerte violenta del marido
de la otra.
Los entresijos de esta historia, el coraje de las mujeres de la metahistoria, cómo se enfrentan al machismo y combaten el racismo, la amistad y sororidad
entre Idgie y Ruth, cómo se cuidaban y se protegían, hacen que la
protagonista del hilo basado en el presente (una Evelyn aletargada por
el machismo de su marido, acomplejada por su sobrepeso, adormecida por
la invisibilidad que le proporcionaba su aspecto y su edad) se empodere
hasta límites que ella misma nunca imaginó siquiera.
Esta historia es feminismo en estado puro. Mujeres
protagonistas, personajes fuertes y potentes contagiando seguridad a las
que no lo eran tanto, dándose seguridad y amor entre ellas, sabiendo
perfectamente quién es el enemigo y cómo acabar con él. La
transversalidad de las opresiones se trabajan en la peli de tal forma
que quedan meridianas: mujeres blancas discriminadas y
estigmatizadas por ser mujeres, hombres negros agredidos por ser negros,
mujeres negras llevándose lo peor de cada aspecto.
Incluso el final, cuando Ninny confiesa a Evelyn quién mató al marido maltratador de Ruth, hay una justicia poética demoledora.
El feminismo, además de quitarme cadenas, me ha enseñado algo más: revisionar películas y releer novelas no es una pérdida de tiempo,
porque sin conciencia feminista adoraste cosas que no debías por no
saber analizarlas pero también te revelan lo que hay detrás de las
historias que se te quedaron clavadas sin poder explicarte a ti misma
por qué significaron tantísimo.
Hoy ya puedo explicarme porqué ‘Tomates Verdes Fritos’ fue siempre mi
película favorita, por qué me vi en Idgie en cada escena, por qué la
recuerdo tan a menudo, por qué la sigo sacando a colación en
conversaciones; y es que nunca había visto ni volví a ver unos
personajes desprendidos tantísimo de roles y estereotipos… y eso para
mí, que nunca entendí aquello de la “feminidad” y que me odié tanto por
no saber “aprenderla”, fue un soplo de aire fresco y chorros de
seguridad. ‘Tomates Verdes Fritos’ me confirmó que no había nada malo en
mí, porque Idgie era como yo, y sin duda, Idgie era genial, así que yo
también podía serlo.
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