jueves, 16 de octubre de 2014

Marimachos en el ‘music hall’

La reina Victoria I de Inglaterra ordenó alargar los manteles de palacio para que las piernas de las mujeres no incitaran a la lascivia. Bajo ese contexto de represión sexual se desarrolló en Gran Bretaña el ‘music hall’. Allí, entre las distracciones mundanas, las burlas a lo establecido y los espejismos, irrumpieron las ‘drag king’, consolidando el género travesti. - See more at: http://www.pikaramagazine.com/2014/10/marimachos-en-el-music-hall/#sthash.xGCmA8X6.dpuf

La reina Victoria I de Inglaterra ordenó alargar los manteles de palacio para que las piernas de las mujeres no incitaran a la lascivia. Bajo ese contexto de represión sexual se desarrolló en Gran Bretaña el ‘music hall’. Allí, entre las distracciones mundanas, las burlas a lo establecido y los espejismos, irrumpieron las ‘drag king’, consolidando el género travesti.

“Nuestro segundo número, que interpretábamos con el uniforme de la Guardia Real fue como la seda; el follón se armó durante el siguiente. Había un hombre en las primeras filas gritando:
-¿Chicas, a esto llamas chicas? ¡Pero si son un par de… marimachos!”.
Así describe la autora británica Sarah Waters el ambiente en el que se desarrollaba la vida de las mujeres drag king en las revistas musicales durante la época victoriana (1837-1902). En su novela ‘El lustre de la perla’ (‘Tipping the Velvet’), recorre tabúes, alegrías y ambientes sórdidos del mundo del espectáculo, del crossdressing y el travesty o travesti; un tipo de burlesque teatral que ridiculizaba los roles de género y que alcanzó una gran popularidad en la segunda mitad del s. XIX. En la novela, una joven Nan Astley logra introducirse en lo más del mundillo de los suburbios de la reprimida sociedad victoriana. Tras enamorarse de una drag king, Kitty Butler, su sexualidad y su identidad se ven disparadas. Nan se convirtió en una estrella de espectáculo como “male impersonator” (imitadora de hombres) bajo el personaje Nan Rey.
El travestismo protagonizado por mujeres fue un hecho recurrente en los musicales. A pesar de ser tachadas de “marimachos” y “vulgares”, la burguesía europea acabó acercándose a estos espectáculos para disfrutar de la “masculinidad femenina” y viceversa.
“La victoria” represiva de la reina
Jacques Lacan (médico psiquiatra) llegó a afirmar que “sin la reina Victoria el psicoanálisis no hubiera existido” y que “ella fue la causa del deseo de Freud”. Su afirmación refleja la represión que se vivió en su época.
Vesta Tilley
Vesta Tilley
El reinado de Victoria I (época victoriana) acogió profundos cambios bajo la insurrección de la doctrina evangélica, una estricta moral impuesta en la que los deseos, lejos de quedar ocultos, iban a refugiarse en lugares fuera de la vista de las apariencias. Al son que se pregonaban los deberes de la fe, el paraíso aristocrático montaba sus extravagantes encuentros y el trabajo sexual invadía las calles de Londres; también la prostitución infantil. Fueron los tiempos de los titulares sobre Jack el Destripador y el escándalo sexual de Oscar Wilde, acusado de sodomía.
El ideario femenino se movía bajo la figura del ángel de hogar y siempre en lo privado: con una patente “oda a la castidad” y un férreo sentido del trabajo en las clases obreras. El psicoanálisis y las pastillas se vendían como “salvadores” de la supuesta insatisfacción de las mujeres. Tal estado era considerado un desorden de la ansiedad. Cuando había recursos económicos, las mujeres eran estimuladas sexualmente por “expertos”. Ante semejante panorama, el espectáculo era, para unas pocas privilegiadas, una muy buena salida y una oportunidad para hacer del cuerpo un lugar más habitable.
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“Nuestro segundo número, que interpretábamos con el uniforme de la Guardia Real fue como la seda; el follón se armó durante el siguiente. Había un hombre en las primeras filas gritando:
-¿Chicas, a esto llamas chicas? ¡Pero si son un par de… marimachos!”.
Así describe la autora británica Sarah Waters el ambiente en el que se desarrollaba la vida de las mujeres drag king en las revistas musicales durante la época victoriana (1837-1902). En su novela ‘El lustre de la perla’ (‘Tipping the Velvet’), recorre tabúes, alegrías y ambientes sórdidos del mundo del espectáculo, del crossdressing y el travesty o travesti; un tipo de burlesque teatral que ridiculizaba los roles de género y que alcanzó una gran popularidad en la segunda mitad del s. XIX. En la novela, una joven Nan Astley logra introducirse en lo más del mundillo de los suburbios de la reprimida sociedad victoriana. Tras enamorarse de una drag king, Kitty Butler, su sexualidad y su identidad se ven disparadas. Nan se convirtió en una estrella de espectáculo como “male impersonator” (imitadora de hombres) bajo el personaje Nan Rey.
El travestismo protagonizado por mujeres fue un hecho recurrente en los musicales. A pesar de ser tachadas de “marimachos” y “vulgares”, la burguesía europea acabó acercándose a estos espectáculos para disfrutar de la “masculinidad femenina” y viceversa.




“La victoria” represiva de la reina
Jacques Lacan (médico psiquiatra) llegó a afirmar que “sin la reina Victoria el psicoanálisis no hubiera existido” y que “ella fue la causa del deseo de Freud”. Su afirmación refleja la represión que se vivió en su época.

Vesta Tilley
El reinado de Victoria I (época victoriana) acogió profundos cambios bajo la insurrección de la doctrina evangélica, una estricta moral impuesta en la que los deseos, lejos de quedar ocultos, iban a refugiarse en lugares fuera de la vista de las apariencias. Al son que se pregonaban los deberes de la fe, el paraíso aristocrático montaba sus extravagantes encuentros y el trabajo sexual invadía las calles de Londres; también la prostitución infantil. Fueron los tiempos de los titulares sobre Jack el Destripador y el escándalo sexual de Oscar Wilde, acusado de sodomía.
El ideario femenino se movía bajo la figura del ángel de hogar y siempre en lo privado: con una patente “oda a la castidad” y un férreo sentido del trabajo en las clases obreras. El psicoanálisis y las pastillas se vendían como “salvadores” de la supuesta insatisfacción de las mujeres. Tal estado era considerado un desorden de la ansiedad. Cuando había recursos económicos, las mujeres eran estimuladas sexualmente por “expertos”. Ante semejante panorama, el espectáculo era, para unas pocas privilegiadas, una muy buena salida y una oportunidad para hacer del cuerpo un lugar más habitable.


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