June Fernández -Pikara magazine-
En el libro ‘Nadie avisa a una puta’, Samanta Villar se acerca a la vida cotidiana de mujeres que ejercen el trabajo sexual en condiciones dispares. Narra sus historias sin prejuicios, sin transmitir ni desprecio ni compasión, y subraya tanto las situaciones de injusticia que provoca la falta de derechos sociales y laborales como las estrategias de las mujeres para mejorar sus condiciones de vida.
Las ilustraciones sobrias pero potentes de Carla Berrocal me parecen también un acierto
“Josep tuvo un infarto, Montse. ¿No te dijeron nada?”. La prostituta se enteró de la muerte de uno de sus clientes más fieles y queridos al encontrarse casualmente con un compañero de trabajo tiempo después. “Tengo amigos fuera de la profesión a los que no veo tanto como le veía a él. Me habría gustado que alguien me hubiera avisado, porque yo también formaba parte de su vida y él de la mía. Pero, claro, nadie avisa a una puta”.
Las ilustraciones sobrias pero potentes de Carla Berrocal me parecen también un acierto
“Josep tuvo un infarto, Montse. ¿No te dijeron nada?”. La prostituta se enteró de la muerte de uno de sus clientes más fieles y queridos al encontrarse casualmente con un compañero de trabajo tiempo después. “Tengo amigos fuera de la profesión a los que no veo tanto como le veía a él. Me habría gustado que alguien me hubiera avisado, porque yo también formaba parte de su vida y él de la mía. Pero, claro, nadie avisa a una puta”.
Es el fragmento que da título al primer libro de la popular reportera televisiva Samanta Villar. En ‘Nadie avisa a una puta’ (Libros del K.O.; interesante elección de editorial, por cierto), Villar se sumerge en la vida cotidiana de mujeres que ejercen la prostitución en condiciones muy variopintas: la historia de Montse [aunque no cita su apellido, es mi admirada Montse Neira, que nos regaló recientemente el imprescindible artículo ‘Me dejé violar por amor’], que atiende a una clientela selecta a domicilio y también se desplaza para trabajar como asistente sexual de personas con discapacidad, nada tiene que ver con la de la inmigrante nigeriana que se ve obligada a hacer la calle para saldar la deuda contraída con una red de trata durante su travesía africana. Poco tiene en común la vida precaria de la prostituta septuagenaria del Barrio Chino de Barcelona que no puede jubilarse con el lujo en el que se mueve una joven escort.
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http://www.pikaramagazine.com/2015/07/critica-nadie-avisa-a-una-puta-samanta-villar/
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