Hemos luchado por desmontar la construcción según la cual no tener hijxs
nos convertía en no-mujeres. Ahora nos toca también dinamitar el concepto de
que al tenerlos nos convertimos en esa cosa abstracta, despolitizada,
des-sexualizada y des-socializada que es La Madre
“Para posicionarse más allá de la
frontera identitaria y volverse un monstruo sexo disidente que se ubique
discursivamente fuera del género, es decir, más allá de la heteronorma, hace
falta dar otro paso. Hay que apropiarse del lenguaje y enunciar nuestras
disconformidades. No basta con rebelarse para que nos digan que somos mujeres
malas es necesario y urgente renunciar al hecho mismo de ser mujer”
Francisca Barrientos A. ‘La mujer como piedra de toque: una mirada frente al fracaso del feminismo’
Francisca Barrientos A. ‘La mujer como piedra de toque: una mirada frente al fracaso del feminismo’
Feminista, bollera en ciernes, guerrera, poly-multi-amorosa y disidente por
definición, se hace un silencio a mi alrededor cuando alguien observa que ese
churumbel que corretea entre mis piernas es mi hijo. “Ah, pero… ¿eres madre?”.
Si esa es la pregunta, la respuesta es no. Yo no soy madre. Soy madre
únicamente de mi hijo y mi maternidad está definida en la relación que él y yo
tenemos, únicamente. Soy su madre. Nada más. Y nada menos.
A la maternidad le hemos dado muchas vueltas, pero no hemos logrado
desocuparla. Hemos luchado por desmontar la construcción según la cual no tener
hijxs nos convertía en no-mujeres, en mujeres venidas a menos. Ahora
nos toca también dinamitar el concepto según el cual dejamos de ser mujeres
precisamente al tenerlos y convertirnos en esa cosa abstracta, despolitizada,
des-sexualizada y des-socializada que es La Madre.

¿Somos madres o tenemos hijxs?
Al enunciarnos como madres (“soy madre” en lugar de “tengo hijxs”) nos
afirmamos desde una categoría relacional, que nos des-hace como sujetas para
re-convertirnos en sujetas-en-tanto-que, ese gran clásico del patriarcado.
Cuando se nos enuncia como madres, se antepone la relación con nuestrxs hijxs a
cualquier otra de las dimensiones de nuestra identidad, porque ser madre, en el
fondo, es desaparecer. La maternidad se situa, lo queramos o no sus
protagonistas, en el centro, en la única identidad definitoria, en el sujeto
mismo. Las demás circunstancias se vienen a añadir a ese absoluto: se es madre
trabajadora o madre
soltera
.
Madre.

Una vez demostrado que ser superwoman es inaguantable, descubrimos otra forma
de ser madre: la criadora natural extrema, totalmente feliz en su rol de
lavadora de pañales ecológicos

Todos los grandes modelos de maternidad propuestos pasan por ahí: enunciar
como mujer a la madre tradicional planchadora y lavadora, cocinadora de
pucheros es redundante pues, en tanto que mujer-madre sublimada se convierte en
una especie de mujer-muy mujer. En “mujer de verdad marca registrada”. Con la
incorporación de las mujeres al mundo de las carreras laborales nos convertimos
en superwomen, la MILF (mother I’d like to fuck, definición que merece dinamita
aparte), la mujer que es madre sin que se le note : sigue trabajando como si
nada, teniendo un vientre plano como si nada, saliendo de copas y “dejándose
follar” sin por ello perder un ápice de su esencia maternal, igualmente
“mujer-muy mujer” con el añadido de “ejecutiva-muy ejecutiva” y follable. Es la
criadora via nanis atravesada por la clase social, el capitalismo salvaje y la
re-cosificación de las mujeres que siguen cargando con el rol tradicional,
augmentado por las nuevas exigencias del espacio público.
Una vez demostrada por la tesonería de las prácticas cotidianas que ser
superwoman es inaguantable, descubrimos otra forma
de ser madre: la criadora natural extrema, dadora de pecho a demanda durante
toda la eternidad, reivindicadora de un parto, no ya desmedicalizado, sino todo
lo doloroso que sea posible (porque las madres no sentimos dolor al parir, sino
placer), totalmente feliz en su rol de lavadora de pañales ecológicos y
compartidora de lecho, todas ellas cuestiones maravillosas pero que a la
práctica solucionan el futuro del planeta y de la humanidad, pero nos complican
bastante la vida a las que estamos en el proceso de criar.

Un regreso sospechosamente angustiante a un centro en común, perfectamente
definido por Marcela Lagarde: el descuido para
lograr el cuido. Desaparecer para ser madre, porque seguimos concibiendo la
maternidad como una categoría antropófaga, que lo devora todo.

El falso debate entre
no ser madre o desaparecer

Si tener hijos significa necesariamente ser madre y ser madre significa
indudablemente desaparecer, aquí no hay debate. Tener hijos sería una estupidez
que solo mujeres altamente abnegadas, angelicalmente generosas o
escandalosamente afectivo-dependientes pueden querer llevar a cabo.
Existe una tremendo ejercicio de control social a partir de la idea de “la
buena madre” que, obviamente, ni canta en grupos de punk, ni sale de noche, ni
viaja sola, ni liga. Por otro lado, hay un desentendimiento colectivo respecto
a tus circunstancias.
Asisto a debates, leo artículos y posts explicando la decisión de tener
hijxs sobre el falso debate de ser o no ser madre, aún construido sobre
imágenes falsas y estereotipadas de una maternidad inevitablemente
des-personalizadora. ¿Quién de nosotras, luchadoras, pensantes,
reivindicativas, tomaría partido por un “ser madre” en esos términos de
delantal y mesa camilla, aunque sea 2.0? No queremos ser madres. No lo somos.
Pero los debates nunca incluyen la posibilidad de tener hijxs (de ser sus
madres) sin convertirnos por ello en madres.
La maternidad feminista está en otro lugar que pasa, necesariamente por
desocupar la categoría madre. Nombrándonos en tanto que mujeres
o como prófugas de la categoría mujeres, como disidentes, con cualquier
atributo que contenga toda la complejidad de relaciones, experiencias,
pasiones, deseos, miedos y errores que somos. Y que contenga, si acaso, la
maternidad, pero que no desaparezca en ella.

Desmaternalizarnos
El discurso pasa por la realidad. Desde una vivencia feminista, desocupada
la categoría “madre”, tener hijxs incluye un compromiso de crianza, de cuidados
de unos seres para
la comunidad. Pero la comunidad no parece muy dispuesta a permitir que algunas
tengamos hijxs sin convertirnos en madres. No solo la manera en que se nos
define y cataloga, sino las prácticas cotidianas parecen obligarnos a escoger
entre ser mujeres o ser madres. “Cuando le digo a la gente que canto en un
grupo punk” – explica Yoli Rozas, vocalista de Las niñas de Rajoy – “enseguida
se sorprenden y me preguntan ¿pero tú no eres madre?”

Existe una tremendo ejercicio de control social sobre nuestras maternidades
a partir de la idea de “la buena madre” que, obviamente, ni canta en grupos de
punk, ni sale de noche, ni viaja sola, ni liga… parece ser que tener hijxs es
incompatible con seguir viviendo. Por otro lado, hay un desentendimiento
colectivo respecto a tus circunstancias. Si has decidido “ser madre” y aún así
pretendes seguir siendo persona, seguir estando en el mundo, tendrás que
buscarte la vida. Nunca hasta el día de hoy me han ofrecido servicio de
guardería cuando me invitan a dar una conferencia durante el fin de semana, por
ejemplo, o a las 7 de la tarde, por mucho que las personas que me invitan sepan
perfectamente que estoy criando. Hace un par de años, un festival de música que
se celebraba un fin de semana me acreditó como
periodista pero pretendía que pagase las entradas para
mi hijo, que entonces tenía 4 años. Si “soy madre” al fin, es asunto mío y si
quiero además seguir siendo yo, es mejor que la maternidad no se me note, que
no moleste, precisamente para que el entorno no me vea como “madre”, y ahí
vuelta a empezar. Es lo que Lagarde define como “sincretismo de género”.
Escoger constantemente entre cuidar y cuidarnos.


Pues yo, personalmente, no pienso escoger. Probablemente la maternidad como
concepto no tenga solución posible, unido como está necesariamente a las
mujeres y, a su vez, a una concepción de mujer totalmente biologizada. Por un
lado se nos está escatimando el derecho sobre nuestros cuerpos para
decidir sobre nuestras maternidades, por otro se nos está escatimando el
derecho sobre nuestras identidades para seguir definiéndonos de mil maneras
incluso teniendo hijxs.

Como afirma Lagarde, es necesario y urgente maternalizar la sociedad y
desmaternizarnos nosotras. O, parafraseando a Barrientos, es urgente y
necesario renunciar al hecho mismo de “ser madres”, tengamos hijxs o no.
Especialmente si lxs tenemos.
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