Nervios,
besos, tambores, reencuentros, ilusiones, abrazos, presentaciones,
inscripciones, reparto de materiales, sonrisas, expectación, largas
conversaciones y conversaciones a medias: “¿De dónde viene?”, “¿en qué
está trabajando?”, “¡cuánto tiempo sin vernos!”. Poco a poco todas
llegaban, apuntaban su nombre y elegían habitación para las cinco noches
siguientes. Esperaban impacientes a que alguien diera el pistoletazo de
salida.
-¿Usted sabe a dónde vamos?- preguntó una de las presentes a una desconocida.
-Creo que la organización no lo ha dicho aún- contestó la compañera.
El grupo que organizaba los X Encuentros Lesbofeministas de Aby Ayala
guardó con recelo el nombre del lugar en el que iban a llevarse a cabo
por motivos de seguridad. La cita, en Colombia, podría verse afectada si
la información llegaba a oídos de grupos de extrema derecha. Su
presencia les provoca cierto estado de alerta y cuidado, pero no se
amedrentan. Ya no.
El acto de inauguración del encuentro se hizo en el
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Sonaban las batucadas
mientras se hacía de noche y empezaban a escucharse las primeras
reivindicaciones lesbofeministas. Con cada golpe de tambor, la ilusión
se hacía más evidente. 250 mujeres de 18 países llevaban meses esperando
aquel momento. Quién sabe el esfuerzo que tuvieron que hacer muchas de
ellas para llegar allí, no solo al encuentro, sino a ese día. Era una
cita de supervivientes. Ya dentro del auditorio, podía olerse la
emoción. Uno de los performances hizo enmudecer a las presentes. 500
ojos brillaban en aquel momento. Un grupo de mujeres negras, vestidas de
negro y rojo, increpaban al público: “¿Quién llora por nuestras
muertas?”, preguntaban.
Los indígenas Kuna llamaban Abya Yala a parte de lo
que hoy conocemos como América Latina. El concepto, igual que muchos de
ellos y ellas, desapareció con el colonialismo. Ahora, las lesbianas
feministas de aquellos territorios, quieren recuperar sus palabras, sus
tierras, sus costumbres, el tiempo que les han robado como mujeres, como
lesbianas, como indígenas, como negras, como afrodescendientes. Ese
objetivo les llevó a convocar por primera vez estos encuentros en 1987
en México. Al final de cada cita, acuerdan en qué territorio volverán a
verse. Entonces decidieron que Perú acogería los segundos encuentros en
1989, pero la situación del país no lo permitió y las compañeras de
Costa Rica asumieron la tarea.Seguir leyendo el articulo
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