Esta lucha interseccional contra el sexismo, el machismo, el capitalismo
empieza a hacerse fuerte en países europeos con gran población negra
como Francia. Sus impulsoras reivindican su ascendencia africana,
apuestan por la lucha no mixta y se niegan a ser tuteladas por el
feminismo blanco.
“Feminismos como el de Femen no buscan la abolición
del patriarcado ni de otros sistemas de dominación. Su objetivo es
elevar a las mujeres blancas de clase media y alta al mismo nivel que
los hombres blancos, reforzando la división racial y social. Su
liberación feminista es imperialista, occidental y colonialista”. Bum.
Son palabras de Fania Nöel, militante del colectivo afrofeminista
francés Mwasi. Nöel, directa y polémica, es una de las cabezas más
visibles en Francia de un movimiento, el afrofeminismo, que busca
superar la pretendida universalidad promovida por la corriente feminista
mainstream, apuntando a una lucha interseccional contra la
discriminación por sexo, pero también por raza, religión o clase social.
“El afrofeminismo nace de un cruce de combates”,
explica con algo menos de virulencia la periodista senegalesa Rokhaya
Diallo, radicada en París. “Las mujeres negras se dieron cuenta de que
dentro del movimiento feminista, la mayoría blanca privilegiada
descuidaba las problemáticas propias de sus hermanas de color, y que en
el movimiento antirracista eran víctimas del sexismo de sus hermanos,
por lo que no lograban hacer oír su voz en ninguno de los dos espacios.
Esta constatación llevó a desarrollar un feminismo específico de
mujeres ‘racializadas’, que miran por sus intereses sin depender de la
agencia feminista o antirracista global”.
Tras años mirando con una mezcla de admiración y
envidia hacia Estados Unidos, en Europa empieza a tomar cuerpo un nuevo
feminismo negro, más desacomplejado e irreverente, que se aproxima a sus
raíces africanas y abunda en la problemática de la colonización y las
migraciones. Blogs, Youtube, Twitter… Internet está permitiendo
eclosionar un movimiento que se nutre de la teoría nacida con las
experiencias de discriminación cotidianas. Y Francia, uno de los países
europeos con mayor población negra y afrodescendiente, abandera esta
nueva ola de feminismo afroeuropeo.
“No nos liberen, nosotras nos encargamos”
“Hay mujeres a favor del velo como había negros a
favor de la esclavitud”. “¿Colonización? Francia no es culpable de haber
querido compartir su cultura con los pueblos de África, Asia o
América”. Son perlas lanzadas en 2016 por miembros de la clase política
francesa. En Twitter o en Youtube, activistas como Mrs. Roots, Naya, La
Copine Doudou o Haitiano Molotov vapulean sin piedad y con una ironía
corrosiva a los autores de cada salida de tono racista, al tiempo que
entretejen alianzas con otras feministas negras.
A falta de academia donde teorizar, las
afrofeministas francesas se encuentran en las redes sociales. Fue allí
donde nació en 2014 el colectivo Mwasi (mujer, en lengua lingala).
Combativas y viscerales, excesivamente radicales para algunos, las Mwasi emplean la lucha no mixta como primera herramienta de autoemancipación
y multiplican sus acciones de denuncia, tanto virtuales como en las
calles: de foros de debate a manifestaciones, pasando por acciones de
apoyo a mujeres migrantes. Fuertemente politizadas, se declaran
anticapitalistas, antiimperialistas, pro-velo y pro-legalización de la
prostitución, lo que en el paisaje feminista francés, mayoritariamente
opuesto al trabajo sexual y a la vestimenta islámica, es toda una
declaración de principios.
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