Pikara Magazine 20/03/2017
http://www.pikaramagazine.com/2017/03/los-hombres-me-explican-cosas/
Ana Blé
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Ana Blé
Rebeca Solnit muestra
con su libro la pendiente resbaladiza que conecta los ejemplos
cotidianos de paternalismo machista con la violencia sexual o el
feminicidio.
‘Los
hombres me explican cosas’ es una recopilación de nueve ensayos sobre
la desigualdad de género y la violencia machista que fue publicado el
año pasado en castellano por la editorial Capitán Swing y que tuvo mucha
repercusión en prensa, hasta el punto de ser destacado como uno de los
mejores libros sobre feminismo del 2016 en nuestro país. Y no pierde
vigencia, aunque viene de atrás. Los textos son versiones editadas de
trabajos previamente publicados por la autora, Rebecca Solnit (San
Francisco, 1961), de los que se han suprimido estadísticas y citas para
aligerar la lectura, pero que pueden consultarse en los originales
disponibles en internet. El libro toma el título del primero de estos
ensayos, que está basado en una experiencia personal de la propia autora
y que no tiene desperdicio, aunque antes conviene saber que Rebecca
Solnit es historiadora, activista, editora y colaboradora en distintos
medios. Que ha escrito sobre ecología, derechos humanos, política y
arte, entre otros muchos temas. Que también ha ganado premios y becas, y
que en 2010 la revista Reader Magazine la nombró “una de las 25 visionarias que están cambiando el mundo”.
Rebeca Solnit cuenta cómo en una fiesta a la que fue
con una amiga hace unos años conoció a un hombre que empezó a hablarle
de un libro que ella misma había escrito, sin tener en cuenta que ella
era la autora, aunque lo sabía, y que quizá tenía muchas más cosas que
decir sobre el tema que él, que ni siquiera se lo había leído. Después
de la fiesta, la autora y su amiga se echaron unas risas y el incidente
pasó a ser una anécdota que rememoraban de vez en cuando, hasta que
Rebecca Solnit decidió escribir sobre el asunto con el objetivo de que
otras mujeres pudieran reconocerse en la misma situación. A raíz de
aquel pequeño ensayo, que tuvo un éxito brutal y que desde entonces no
ha parado de compartirse por las redes, se acuñó el término “mansplaining”: cuando un hombre explica algo a una mujer de manera condescendiente, asumiendo que sabe más que ella del tema.
La situación se vuelve ridícula hasta el extremo cuando el hombre sabe
poco y la mujer es experta, porque esta cuestión es irrelevante para la
soberbia del hombre: él tiene que explicar algo y eso es lo único que
cuenta. No fue Solnit quien inventó la palabra, pero el reconocimiento
de que ese tipo de situaciones era bastante generalizada puso en
evidencia que hacía falta ponerle un nombre.
Aunque Rebecca Solnit deja claro que no son todos los
hombres los que se comportan de esta manera: “Sí, claro que hay
personas de ambos géneros que aparecen de repente en cualquier evento
para pontificar acerca de cosas irrelevantes y con teorías
conspirativas, pero la total confianza en sí mismos que tienen para
polemizar los totalmente ignorantes está, según mi experiencia, sesgada
por el género. Los hombres me explican cosas a mí y a otras mujeres,
independientemente de que sepan o no de qué están hablando. Algunos
hombres”. Y argumenta por qué hay que darle a este tipo de situaciones
la importancia que merecen: “Todas las mujeres saben de qué les estoy
hablando. Es la arrogancia lo que lo hace difícil, en ocasiones, para
cualquier mujer en cualquier campo; es la que mantiene a las mujeres
alejadas de expresar lo que piensan y de ser escuchadas cuando se
atreven a hacerlo; la que sumerge en el silencio a las mujeres
jóvenes indicándoles, de la misma manera que lo hace el acoso callejero,
que este no es su mundo. Es la que nos educa en la inseguridad
y en la autolimitación de la misma manera que ejercita el infundado
exceso de confianza de los hombres”.
La gravedad de este asunto pasa a un segundo plano
cuando llegan la violación y el asesinato, temas que aborda el siguiente
ensayo, ‘La guerra más larga’, y que desgraciadamente están siempre de
plena actualidad. “Constituyen un dique que algunos hombres construyen
en sus intentos de controlar a algunas mujeres, y este miedo a
la violencia machista limita a la mayor parte de las mujeres de tal
manera que muchas de ellas se han acostumbrado tanto que apenas se dan
cuenta de ello, y nosotros difícilmente lo identificamos”. Por
supuesto que hay mujeres violentas, pero aquí también aparecen las
estadísticas para dejar claro que los hombres lo son más. “Las mujeres
entre los quince y los cuarenta y cuatro años tienen más posibilidades
de morir o de ser lesionadas o desfiguradas debido a la violencia
masculina que debido al cáncer, la malaria y los accidentes de tráfico
juntos.”
Esta violencia contra las mujeres se da también en
las redes sociales, y de eso trata ‘#YesAllWomen. Feministas que
reescriben la historia’. Aquí Solnit habla de cómo el lenguaje es poder,
y de cómo a través del lenguaje misógino en las redes se perpetúa la cultura de la violación.
“Las amenazas normalmente preceden a los hechos, esta es la razón por
la que las mujeres que son objetivos de amenazas de muerte y violación
en la red se las toman seriamente, aunque las páginas que permiten que
se cuelguen estas amenazas y los oficiales de la ley no parece que
también lo hagan. Muchas mujeres son asesinadas tras dejar a un novio o
marido que piensa que ella es de su propiedad y que ella no tiene
derecho a autodeterminación”.
De la desigualdad en el matrimonio tradicional y de
cuáles son sus consecuencias se encarga en ‘Elogio de la amenaza’, donde
además explica cómo las parejas homosexuales han ayudado a reflexionar
sobre el tema dándole un enfoque distinto. “Las lesbianas y los gais
abrieron hace tiempo el debate acerca de qué cualidades y roles son
masculinos y cuáles femeninos, lo que puede resultar liberador para las
personas heterosexuales. Cuando gais y lesbianas se casan, de alguna
manera se amplía el significado del matrimonio. No subyace ninguna
tradición jerárquica en su unión”.
‘Mundos que colisionan en una suite de lujo’ también habla de desigualdad, y recuerda la historia de Strauss-Kahn,
el exdirector del Fondo Monetario Internacional que violó a una
camarera del hotel donde se hospedaba en Nueva York. El hecho que ella
fuera africana le sirve a la autora para reflexionar sobre la injusticia
global y la guerra de clases, y aunque “al final, lo importante es que
una mujer pobre e inmigrante acabó con la carrera de uno de los hombres
más poderosos del mundo”, lo que este ensayo pone de manifiesto es cómo las mujeres agredidas por hombres de cierto estatus son atacadas por sistema con el objetivo de anular su credibilidad.
En la misma línea se conduce ‘El síndrome de
Casandra’, donde Solnit cuenta cómo se desacredita a las mujeres cuando
no se las puede silenciar. “Aún a día de hoy, cuando una mujer dice algo
incómodo acerca del comportamiento impropio de algún hombre,
habitualmente se la retrata como si estuviese loca, como si delirase,
estuviese conspirando maliciosamente, fuese una mentirosa patológica,
una llorona que no se da cuenta de que son solo bromas o todo esto a la
vez”.
Y en ‘Abuela Araña’ muestra distintas situaciones en
las que directamente se hace desaparecer a las mujeres. “Cuando era
joven, unas mujeres fueron violadas en el campus de una importante
universidad, y la respuesta de las autoridades fue recomendar a las
estudiantes que no saliesen solas por la noche o que no saliesen para
nada. En el caso de las mujeres, el confinamiento siempre está al
acecho, listo para cubrirte con su manto. Algunos bromistas colocaron
carteles proponiendo otro remedio: que todos los hombres fuesen
excluidos del campus a la caída de la noche. Era una solución tan lógica
como la anterior, pero el que les pidiese que desaparecieran del
espacio público impactó a los hombres; perder su libertad de movimiento y
de participación, todo por culpa de un solo hombre. Es fácil llamar
crímenes a las desapariciones forzadas de la Guerra Sucia, pero
¿cómo llamamos, cómo nombramos los miles de desapariciones de mujeres de
la esfera pública, de la genealogía, de su presencia legal, la
desaparición de las voces, de las vidas?”
Con ‘La caja de Pandora y la unidad policial de
voluntarios’, Solnit cierra el libro señalando que “el feminismo es un
esfuerzo para cambiar algo muy antiguo, muy extendido, y profundamente
enraizado en muchas -pueden que en la mayor parte- de las culturas de
nuestro mundo, en innumerables instituciones y en la mayor parte de los
hogares de la tierra, y en nuestras mentes, que es donde todo empieza y
todo acaba. Que se hayan transformado tantas cosas en las últimas cuatro
o cinco décadas es algo increíble; que todo no se haya cambiado
permanentemente, definitivamente, irrevocablemente, no es una señal de
fracaso.” Con la unidad policial de voluntarios se refiere a esos hombres “que intentan poner a las mujeres en su sitio
o devolverlas al que piensan que es dicho lugar”. Un fenómeno que se da
mucho en las redes sociales, y que vuelve a abordar aquí.
Así volvemos de nuevo al principio. Hombres que dan
lecciones a las mujeres y que les dicen cómo son y cómo deben ser las
cosas, aunque no sepan de lo que están hablando. El ‘mansplaining’ está a
la orden del día. ¿Un ejemplo? La entrevista televisiva que le hizo recientemente Risto Mejide a la directora de cine porno Erika Lust.
No es para tomárselo a broma, tal y como defiende
Rebecca Solnit: “Hace seis años, cuando me senté y escribí ‘Los hombres
me explican cosas’, esto es lo que me sorprendió: aunque había comenzado
con un ejemplo ridículo de “paternalismo masculino”, acabé hablando de
violaciones y asesinatos. Tendemos a tratar la violencia y el abuso del
poder como si cupiesen en categorías herméticas: el acoso, la
intimidación, las amenazas, las palizas, la violación, el asesinato.
Pero ahora me doy cuenta de que lo que estaba intentando decir era que
esto es una pendiente muy resbaladiza. Esta es la razón por la que
tenemos que señalar esa pendiente, más que compartimentar las variedades
de misoginias y tratar cada una por separado. Hacerlo así ha supuesto
fragmentar el dibujo, ver solo partes, no el conjunto. Un hombre actúa
en la creencia de que no tienes derecho a hablar y que no eres nadie
para definir qué es lo que está pasando. Esto puede significar cortarte
durante una conversación en la cena o durante una conferencia. También
puede significar que te digan que te calles, o amenazarte si se te
ocurre abrir la boca, o darte una paliza por hablar, o asesinarte para
silenciarte para siempre. Él puede ser tu marido, tu padre, tu jefe o tu editor, el desconocido que te encontraste en una reunión o en el tren
o el tipo que nunca antes habías visto, pero que está enfadado con otra
persona y piensa que “mujeres” es una categoría suficientemente pequeña
como para que puedas pagar por “ella”. Allí está él para decirte que no
tienes derechos”.
Pero no hay que desfallecer, y seguir defendiendo lo
que nos parece justo sin tener miedo a lo desconocido, tal y como dice
Solnit en ‘La oscuridad de Woolf’. Aquí reflexiona en torno a las
figuras de Susan Sontag y Virgina Woolf,
dos iconos del feminismo, para llegar a la conclusión de que “los
motivos para la esperanza son, simplemente, que no sabemos qué pasará
después, y que lo inesperado y lo inimaginable suceden habitualmente. La
historia no oficial del mundo muestra que individuos dedicados y
movimientos populares pueden moldear y han moldeado la historia, pese a
que cómo y cuánto tiempo llevará hacerlo no se pueda predecir”.
Tengamos esperanza, pues, y sigamos adelante. Aquí la web de Erika Lust,
para quien vio el programa de marras y se quedó con las ganas de saber
en qué consiste su trabajo, ya que el entrevistador casi no la dejó
hablar.
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